Enfermeras en busca de estabilidad: “Ninguna de nosotras se siente valorada como le gustaría”

La movilidad laboral define la profesión enfermera. En 2022, más de 1.000 compañeras abandonaron España. Dentro del territorio, es habitual el traslado de expediente de un colegio a otro. Las razones son variadas: desde enfermeras que mudan de domicilio en búsqueda de estabilidad laboral, hasta las que se trasladan a otro lugar para poder realizar su residencia. Todas son testigos de las desigualdades entre las comunidades autónomas, de la imperiosa necesidad de enfermeras y de la inestabilidad y precariedad actuales de la profesión.

A Coruña figura en el grupo de provincias que se mantuvieron más estables en 2023: se fueron 77 enfermeras y llegaron 70. Solo tres provincias ganaron profesionales: Pontevedra, Huelva y Cádiz. Pontevedra es, de manera porcentual, la que más enfermeras ha ganado. Durante 2023, perdió a 29 profesionales, pero recibió a 44. En el otro lado del ranking se sitúan Castellón, Huesca y Burgos. Castellón perdió 83 enfermeras y solo recibió 21.

Charlamos con cuatro compañeras para conocer algunas historias de enfermeras y sus razones para hacer las maletas.

Andrea Martínez

Andrea Martínez, enfermera del Centro de Salud de Oroso: “A veces se piensa que la vocación lo es todo y no es así”

Andrea Martínez regresó tras hacer la residencia en Barcelona. Ahora trabaja en el centro de salud de Oroso. “Me fui por motivos personales. Mi pareja tenía un contrato laboral de dos años en Barcelona y pude irme a la misma ciudad que él. Además sabía que la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria en Cataluña estaba muy desarrollada y era un buen sitio para formarse.” 

Tras haber ejercido de enfermera generalista en el SERGAS, Andrea decidió hacer la residencia en la capital catalana. El tiempo le dio la razón. “Mi salud mental en esa época post-pandémica no era la mejor. Tener la certeza de poder contar con un contrato estable durante dos años me dio una tranquilidad fundamental para poder disfrutar de la experiencia. Fueron dos años intensos, con un alto nivel de exigencia. Muchas horas de guardias, trabajos, sesiones y formaciones. Las rotaciones en las distintas unidades, donde pude coincidir con varias enfermeras de práctica avanzada, me hicieron entender lo diversa e importante que es la enfermería. A nivel personal me sirvió para reconectar con la profesión y ser consciente del poder transformador que tenemos”, reconoce Andrea.

Ella pudo quedarse en el mismo centro de salud en el que hizo la residencia. “Dudé mucho si quedarme o volverme. Sabía que las condiciones que me esperaban el SERGAS no iban a ser tan buenas, pero en ese momento pesó más lo personal que lo profesional.”

El regreso fue duro. “Volver a la precariedad laboral de la que ya casi ni me acordaba me hizo quedarme paralizada ante la primera llamada de recursos humanos. Pude recomponerme gracias a una buena amiga que me acompañaba en ese momento. Ella también conocía bien esa sensación. Creo que se deberían valorar más las preferencias personales y formar a la gente para trabajar en un unidad determinada. Tampoco se tiene en cuenta que hayas estado fuera dos años preparándote. Aunque existe una bolsa específica de Enfermería Familiar y Comunitaria (en otras comunidades autónomas no la tienen), bajo mi experiencia, a nivel práctico, no funciona demasiado bien. En mi caso, llevo meses esperando a que se actualice. Si a esto sumamos que la mayoría de contratos de Atención Primaria se dan por la bolsa general, el hecho de trabajar o no en un centro de salud depende de la suerte que tengas en el momento que ofrecen esos contratos.” 

A Andrea le gustaría sentirse “más valorada. Aquí también creo que como colectivo deberíamos de hacer una reflexión y reconocernos más entre nosotras. Es una profesión muy bonita, pero muy poco valorada. Durante mi vida profesional, he tenido varias crisis. A veces se piensa que la vocación lo es todo y no es así. Hablando con compañeras creo que es un sentimiento bastante generalizado. Sabemos el estrés que supone estar cambiando constantemente de unidades y trabajar con distintos equipos. Muchas veces no llegas a adaptarte a un sitio, cuando ya estás en otro. La conciliación familiar es muy difícil con tanta inestabilidad. Creo que como profesión mayoritariamente femenina se presupone que podemos hacer de todo y que no hacerlo es un fracaso. Somos una de las profesiones con más afecciones de salud mental y de síndrome de Burnout. A pesar de esto, me gusta ser positiva y veo con mucha esperanza la profesionalización de los últimos años. Creo que se está avanzando a grandes pasos.”

Andrea termina apelando a la voluntad política para retener el talento enfermero autóctono. “La gente normalmente trabaja donde se le ofrecen buenos contratos y se le trata bien. Aunque últimamente pienso que se ha avanzado con el proceso de estabilización de personal, se podría hacer más. Me parece esencial también contar con un buen equipo de recursos humanos que sepa escuchar y valorar la formación y las circunstancias de las personas.”

Cristina Jiménez, enfermera del Hospital Clínico de Santiago: “En España, ninguna enfermera se siente valorada como le gustaría”

Cristina Jiménez nació en el corazón de Castilla, en Ávila. Sus padres son enfermeros. “Desde pequeña he vivido la profesión en casa. Me llamaba la atención y con el tiempo me fui dando cuenta de que ayudar a los demás me hace sentir realizada”. 

En Ávila estuvo trabajando unos diez meses tras terminar la carrera de enfermería en 2022. Por asuntos personales, se trasladó a Santiago de Compostela hace un año. Era la primera vez que dejaba su ciudad, "pero aquí me he adaptado bastante bien”. Trabaja en el Hospital de Día de Oncología del Hospital Clínico Universitario. “Profesionalmente, ha sido aprender a trabajar en otro ambiente, ya que sólo conocía el hospital de Ávila, que es donde hice las prácticas de la carrera. Es enriquecedor conocer otra forma de trabajar y otra organización, a parte de servicios diferentes.” 

Su incorporación al SERGAS fue “muy rápida, prácticamente en cuanto me apunté en las listas me llamaron, pero sí que es verdad que generalmente no ofrecen contratos buenos, suelen ser de días, por lo que hasta que no me ofrecieron algo más largo, no pude venirme.” 

La abulense defiende la idea de que “en España ninguna enfermera se siente lo valorada que le gustaría. Siempre trabajamos más sobrecargadas de lo que deberíamos. Además, teniendo contratos de días, y estando cada día en un servicio diferente, es imposible sentirse segura de una misma con el trabajo realizado. Con contratos tan precarios, de días e incluso de horas, hace que te plantees muchas cosas, incluso si elegiste la profesión indicada. Por desgracia es algo que pasa en toda España. Al final, lo que busca todo trabajador es tener estabilidad laboral, y eso ni en el SERGAS ni en el SACYL ocurre.

Alfonso Rodríguez

Alfonso Rodríguez, enfermero del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol: “Las administraciones no nos tratan bien”

Alfonso Rodríguez es un enfermero que ha recorrido media España. Este ferrolano ha regresado a su ciudad después de tres años en Sevilla. “Mi pareja y yo buscábamos un cambio de aires, salirnos un poco de la vida de ciudad y buscar un ritmo más tranquilo, cerca del mar y el rural, para poder criar a nuestro hijo en este ambiente”, reconoce Alfonso. 

Alfonso no ha parado quieto mucho tiempo en el mismo sitio. “Aunque habrá quien vea eso como una falta de compromiso o un desarraigo, yo la verdad me siento afortunado porque he vivido en muchos lugares gracias a la enfermería, aunque eso haya supuesto pasar por distintas organizaciones, entidades públicas, privadas y concertadas, pasando por un una situación de falso autónomo, o por vivir la precariedad de trabajar como enfermero sin contrato”, explica el ferrolano.

Tras graduarse en su ciudad natal en 2008, Alfonso comprobó que “por aquellos años, en el SERGAS optábamos poco más que a trabajar en verano y Navidad. El panorama laboral no estaba demasiado boyante para los recién diplomados. Tenía necesidad de ganar una independencia económica y una autonomía, y el SERGAS no me las ofrecía”.  

Empezó su particular periplo en la UCI de un hospital privado de Mallorca, “que me enseñó la visión más comercial de la sanidad. Allí también tuve ocasión de comprobar lo que implicaba ser un falso autónomo, prestando mis servicios en empresas de ambulancias privadas.” Y también conoció a su actual esposa, una sevillana que se había mudado a las Baleares y que sacó plaza de matrona en Tenerife. Cambiaron de isla. “Después de una experiencia desagradable en una residencia de mayores sin contrato, encontré trabajo en una ambulancia sanitarizada (TES+Enfermera) de una empresa subcontratada por el Servicio Canario de Salud para dar cobertura al servicio de Urgencias de la isla y, posteriormente, en el Hospital Universitario de Canarias.”

Tras acabar el período de residencia, volvieron a Mallorca “donde no nos faltó trabajo en la sanidad pública, pero sí sufrimos el auge de los alquileres turísticos y las dificultades para conseguir una vivienda”. Sevilla fue el siguiente destino, “con cierta estabilidad y la emoción por ser padres. Llegó entonces la pandemia del Covid y un nuevo capítulo de locura y tensión, con mi pareja embarazada y yo en la apertura de un hospital de emergencia. Así que no es de extrañar que buscásemos algo de tranquilidad en esta nueva etapa aquí en Ferrol”.

Tras 14 años, su reincorporación al SERGAS ha sido “un tanto atropellada. Aún no se ha cumplido el año desde que volví, pero ya he podido catar la brevedad de la duración de los contratos temporales y las sanciones injustificadas. En noviembre, me pasaron al final de la lista de llamamientos por, supuestamente, rechazar un contrato en el CHUF, cuando el día anterior había firmado uno con el 061 para el mismo período. Aunque lo comuniqué durante la llamada en la que me lo ofrecieron, igualmente pusieron en marcha el proceso de sanción, que ha durado 3 meses entre alegaciones (que no se tuvieron en cuenta) y recurso de alzada, con el estrés propio de este tipo de situaciones.”

Desde su experiencia, Alfonso valora que las “administraciones no nos tratan bien. Como ejemplo, vemos el abandono de la implantación de las especialidades, la categoría profesional o las desigualdades interterritoriales, que se ponen de manifiesto con las retribuciones, la ratio profesional-paciente o la edad de jubilación. A nivel sindical, hay gente estupenda con ganas de ayudar que actúan como representantes, pero como entidades, los sindicatos han generado unos intereses particulares que no veo alineados con los de los trabajadores. El actual pacto de contratación de selección de personal estatutario temporal es la muestra más flagrante de esta disparidad de intereses.” 

El enfermero ferrolano pronostica que “tenemos por delante unos años caóticos, en los que veremos la competencia fiera entre administraciones por captar talento enfermero entre una juventud que se desarrolla en un mundo mucho más globalizado, dinámico y en el que las distancias no son lo que eran. La posición del SERGAS ahora mismo le hace salir con desventaja en esa carrera. Los administradores deberían levantar la cabeza de la hoja de Excel y comprender las necesidades del colectivo para generar condiciones laborales que permitan la flexibilidad y las garantías laborales para las enfermeras y enfermeros, sobre todo teniendo en cuenta el predominio femenino de la profesión. La enfermería, como necesidad humana y campo de conocimiento, está, desde mi punto de vista, aún muy por encima de las capacidades del sistema y de la profesión. A un nivel que, sin unidad profesional, ni consenso social, difícilmente podremos salvar”. 

Olalla

Olalla Duro, enfermera del Centro de Salud de Porto do Son: “Estar fuera afectó a la puntuación de la experiencia laboral, pero compensó poder especializarme”

La vocación de Olalla Duro fue siempre la enfermería de Atención Primaria. Cuando aprobó el EIR, en plena pandemia, vio la posibilidad de realizar la especialidad en Lanzarote. Formó parte de la primera promoción de especialistas de enfermería. “La formación MIR estaba muy rodada en la isla, pero las EIR eramos poco reconocidas. Tuvimos que luchar mucho para hacernos valer, además de llevar a cabo un aprendizaje mutuo junto con la unidad docente. 

En las Islas Canarias, había pocas posibilidades de encontrar la estabilidad laboral: “Las listas de contratación allí eran diferentes. No estaban informatizadas y, en aquel momento, eran por orden de inscripción, por lo que no importaba la experiencia que tenías, sino cuándo te anotabas en ellas. Eso ya cambió. Profesionalmente, supuso invertir en algo que me apasiona que es la enfermería en el ámbito de la Atención Primaria. Es cierto que al estar fuera repercutió en la puntuación de experiencia laboral, pero lo dicho, compensó y con creces el poder especializarme.” De vuelta en Galicia, reconoce que tuvo suerte con los llamamientos y a los pocos meses estaba trabajando en Atención Primaria. 

Olalla, enfermera en la actualidad del Centro de Salud de Porto do Son, enumera los pasos que se deberían dar para retener en Galicia el talento enfermero autóctono: “Mejorar la estabilidad laboral ayuda mucho a que la gente se quede, pero también fomentar que enfermería ocupe puestos de responsabilidad y de gestión, valorar la formación y potenciar la especialización… La dureza de los turnos, la inestabilidad laboral, la saturación de pacientes, entre otras cosas, hacen que la enfermería sea una profesión muy dura y requiera mucho esfuerzo y vocación para seguir manteniendo una humanidad en el trato. Pero cuando realizas un buen trabajo, y se ve reflejado en la satisfacción de los pacientes o de las familias, no tiene precio. Sobre el sistema, están dando pasos para la mejora, como el fomento de las especialidades, la reducción de jornada, los programas de atención a patología crónica..., pero cuando hay una sobrecarga del servicio de Urgencias es que algo no funciona y hay que valorar la causa.”


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