Belén Maside en el Día Mundial de la Salud Mental: "Las enfermeras estamos siempre"

Poco se hablaba de salud mental antes de la pandemia, pero los acontecimientos vividos han agravado un problema que ya estaba ahí y que alcanza su máximo exponente en el suicidio. Según la Asociación Española de Enfermería en Salud Mental (AEESME), desde la pandemia se ha observado que el 50% de la población necesita ayuda de este tipo y que, de hecho, se ha triplicado el número de adolescentes que recurre a las consultas. Los datos del Instituto Nacional de Estadística apuntan una marcada tendencia al alza en el número de suicidios: 3.539 muertes en 2018. En 2022, 4.097.

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En el Día Mundial de la Salud Mental conversamos con Belén Maside, enfermera en el hospital de día de psiquiatría de Oza. Es especialista en salud mental y tutora de residentes de enfermería. Además es miembro del comité de ética asistencial del CHUAC.

-¿Por qué preocupa más la salud mental ahora que hace unos años?

Porque se visibiliza más y poco a poco vamos desestigmatizando. Hay personajes públicos que hablan con total naturalidad, como debe ser, de los problemas de salud mental. Antes se escondían. Ahora se habla de ellos y la gente pide ayuda porque es consciente de que un problema de salud mental se puede tratar y se puede aliviar o curar. La pandemia ha causado estragos y los casos se han triplicado. Son problemas que ocasionan incapacidad y sufrimiento en la vida profesional y personal, por lo que la gente pide ayuda.

-¿Son pacientes que llegan a consulta por voluntad propia? ¿Son conscientes de que tienen un problema?

Cada persona es un mundo. Hay muchos pacientes en los que la negación de su problema de salud es un síntoma más de la patología. Sobre todo, al inicio del cuadro hay una desconexión con la realidad y, por lo tanto, una negación. Pero cada vez son menos los casos que vienen acompañados o forzados. La mayoría viene por voluntad propia. Esa es una señal de que el estigma va cayendo y de que aceptamos con naturalidad que en momentos puntuales todos podemos tener un problema de salud mental. 

-¿Cómo os llegan los pacientes?

La mayoría llega con mucha desesperanza. Nuestra principal tarea, sobre todo al principio, es transmitirles esperanza. Es una enfermedad que causa dolor y un intenso sufrimiento, pero hay que hacerles ver que en un porcentaje muy importante se pueden curar o mantener la calidad de vida aunque se cronifique el problema. 

-¿Cuándo nos tenemos que poner en alerta ante un posible problema de salud mental en una persona próxima?

Lo primero que tenemos que hacer es animar a hablar a esa persona sobre posibles cambios drásticos en su comportamiento o en su forma de ser. Y animadla a venir a las unidades de salud mental. Puede haber cambios sutiles como el aislamiento social, el déficit en el autocuidado, anhedonia, abulia, apatía o desgana ante actividades que antes les hacían felices. Son señales de alarma de las que debemos estar pendientes. En los centros de salud, incluso en Urgencias, ya hay equipos de psiquiatra, psicólogo y enfermera de salud mental que los pueden atender o derivar al profesional más adecuado para cada caso.

-Y en uno mismo, ¿cómo detectamos las alertas que nos lleven a pensar en acudir a un profesional sanitario?

Somos capaces de detectar el sufrimiento y podemos decidir si nos limita la vida o no. Por poner un ejemplo, todos hemos tenido un duelo por el fallecimiento o la pérdida de una persona querida. Si seguimos con nuestra vida, atravesando ese dolor, no será un duelo patológico. Pero si nos sigue afectando con el paso del tiempo es que hay un problema y debemos pedir ayuda. 

-¿Cuál es el papel de la enfermería en la prevención, detección y tratamiento de estas conductas?

Como siempre estamos muy presentes por la cercanía de las enfermeras a la población. Por nuestra formación y capacitación sabemos detectar los primeros síntomas, los primeros pródromos, las señales de alerta que nos permiten derivar a los pacientes a unidades más específicas. Lo primero que hacemos es una entrevista con el paciente, ofrecerle nuestra disponibilidad y ver cómo podemos ayudarle según cada patología. No es lo mismo un menor que un adulto, un duelo patológico que un trastorno mental grave como una esquizofrenia o una bipolaridad. Según el caso, las enfermeras actuaremos de una manera o de otra, pero siempre con la cercanía y con la psicoeducación, detectando factores de riesgo e iniciando los tratamientos. Tenemos un papel muy activo. Al margen del tratamiento con el psiquiatra y el psicólogo enfocado hacia la psicoterapia y la farmacología, las enfermeras hacemos talleres de psicoeducación, estabilización, administración del tratamiento, importancia de la adherencia terapéutica, autocuidado y relajación.

-¿Cómo se consigue ganar su confianza y crear un ambiente agradable y cómodo?

Se consigue con la trasferencia paciente-enfermera. ¿Cómo se hace? Lo primero, con un ambiente agradable, de intimidad, de calma y relajación. Los ruidos, las distracciones y las interrupciones son totalmente contraproducentes. Después, presentarnos con naturalidad y hacerles ver que comprendemos su sufrimiento y que empatizamos con ellos. Se trata de crear un clima de confianza, que vean que no estamos para imponer ni juzgar, y que ellos puedan contarnos. Poner palabras al sufrimiento. El paciente no está solo. Aunque yo no pueda sentir su dolor, puedo acompañarlo, intentar entenderlo y ofrecer disponibilidad. La enfermería es un colectivo que está siempre. Muchas veces vienen con miedo, con pudor, con culpa y tenemos que desmontar todos esos estigmas.

-¿De qué forma se involucran las familias o el entorno más próximo?

Somos seres sociales que necesitamos sentirnos queridos y apoyados. Igual que en cualquier enfermedad física, en el proceso de recuperación, de rehabilitación, la familia es fundamental. Es una enfermedad multicausal y, por lo tanto, hay que trabajar diferentes factores. Hemos de animar e involucrar a las familias o los contactos sociales porque son los que más tiempo pasan con los pacientes. Las familias están a veces agotadas y saturadas. Trabajamos a la par con el paciente y con la familia. Siempre hay que infundir esperanza. Tratamos de que el paciente sea lo más autónomo posible. La familia estará más presente cuando el paciente esté más agudo. A medida que vaya mejorando, se irá retirando. Sin sobreprotección, sin paternalismo. Simplemente, estar, que no es poco. Hay también mucha soledad no deseada y eso es un agravante.

-La educación es crucial en todo y más cuando vemos las estadísticas de adolescentes que van a las consultas. ¿Cuáles son los mensajes claves que hay que difundir entre los más jóvenes?

Que acudan a las consultas, que se animen a hablar. El sufrimiento es intenso en una persona joven, porque sentirse diferente al rol de grupo puede causar muchos estragos. Esa soledad y ese sufrimiento pueden ser acompañados y paliados. Que pidan ayuda porque los problemas pueden ser tratados, se puede mejorar, se puede funcionar aún habiendo una enfermedad mental.

-¿Se necesitan más profesionales especializados?

La demanda de ayuda se ha triplicado desde el COVID y necesitamos personal cualificado. En enfermería trabajamos como especialistas en todas las comunidades autónomas. Son dos años de especialización en los que aprendes las diferentes patologías y, por lo tanto, los tratamientos y recursos que podemos ofrecer. 

-¿Cuál fue tu motivación personal para especializarte?

Siempre tuve muy claro que quería ser enfermera. Me apasiona mi profesión. Trabajar es una alegría y desde que empecé a hacerlo en el hospital de Oza, me di cuenta de la importancia de la escucha y de intentar entender el enigma que es la mente. Siempre me fascinó la distinta respuesta de las personas ante la adversidad. Ver que el papel de la enfermería a la hora de acompañar y escuchares tan agradecido, me animó a hacer la especialidad.


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