Fuente: Santiago Saiz. El Mundo
- Las agresiones a los profesionales sanitarios crecen cada año: "Las físicas se denuncian; las otras, en buena medida, se dejan pasar"
- Colegios profesionales y sindicatos instan a no pasar por alto ningún comportamiento violento
Puñetazos y huesos rotos. Amenazas, algunas con armas. Daños en el material de trabajo. Son agresiones reales que sufre el personal sanitario. El Sistema Nacional de Salud registró 13.177 notificaciones de violencia física y verbal en 2022. El máximo histórico, 36 al día. "No creí salir viva", confiesa Rosa. Como tantos profesionales, fue atacada cuando, cumpliendo con su deber, trataba de ayudar.
Manuel, 25 años ejerciendo la Medicina, siente que se ha agravado la agresividad. Fue agredido en Urgencias de un hospital andaluz. Tras examinar a una niña y ante la imposibilidad de explorar a su hermano, pidió a la madre que buscara ayuda para sujetarlo mientras él veía a otros pacientes. Al llegar, el padre le acusó a gritos de no atender al niño. "Yo estaba escribiendo y a traición empezó a darme puñetazos en la cabeza, el costado, me fracturó un dedo". El agresor le persiguió. Le asestó, de palabra, un último golpe: "Así aprende".
La cifra de agresiones 2022 supone un 20% más que en 2021 y un 58% más que en 2017, cuando arranca la serie de datos. Un aumento sólo frenado por la reducción de la atención directa en la pandemia. Podría deberse a una mayor voluntad de notificarlas pero el informe ministerial admite que "es probable que todavía existan numerosos incidentes violentos que no hayan sido comunicados".
"La pandemia marcó un antes y después en cómo se percibía el sistema sanitario y, como se mantiene la precariedad, la gente está más frustrada", sostiene Carmen Guerrero, portavoz del sindicato de enfermería SATSE. En el hospital, Manuel percibe a sus pacientes "más exigentes, demandantes y agresivos". El diagnóstico lo formula José María Rodríguez Vicente, integrante del Observatorio de Agresiones de la Organización Médica Colegial (OMC): "Nos hemos acostumbrado a vivir con la amenaza y el insulto". Sus datos -referidos sólo a facultativos- sitúan en la Sanidad pública un 89% de las agresiones.
"La profesión no tiene por qué sufrir estas situaciones", defiende la portavoz de SATSE. El informe ministerial cita que en 2022 se superaron por primera vez las 2.000 agresiones físicas; por cada una se registran otras 5,6 no físicas. Ninguna debería ignorarse. "Dar golpes en una mesa, tirar la pantalla del ordenador o cosas al suelo de mala manera es una agresión", explica el abogado Pérez Rivero.
Como una agresión obvia vivieron los profesionales lo sucedido en abril en el Centro de Salud Lagasca, en Madrid. Un paciente derivado de Urgencias, y al que ya se le había puesto tratamiento, montó en cólera al saber que no le daban la baja laboral y no podía verle otro médico. Amenazó a los presentes, arremetió contra los ordenadores, arrancó la conexión telefónica, arrojó al suelo todo lo que encontró a su paso.
"Ocurren más agresiones en Atención Primaria, pero la incidencia por número de consultas es mayor en hospitales, y más en Urgencias hospitalarias", explica Rodríguez Vicente, de la Organización Médica Colegial. "Pacientes y familiares llegan con estrés, son servicios que se saturan, el nivel de frustración es bastante alto y se paga con quien está más cerca", completa Carmen Guerrero sobre Urgencias. La ira puede alcanzar a médicos, enfermeros, auxiliares, administrativos o celadores; a veces a conductores de ambulancia y personal de Emergencias.
Para la portavoz de SATSE, en el caso de la enfermería influye la falta de personal. "Si una enfermera no descansa, hace un exceso de jornada, lleva 20 ó 25 pacientes en una planta, se traduce en una atención que no es segura y en una asistencia de menor calidad".
Una opinión que comparte José María Rodríguez Vicente a propósito de los facultativos. "A menor número, más consultas. La falta de tiempo rompe de entrada la relación médico-paciente. A partir de ahí, todo es posible". Escondido en el móvil, el doctor Google enrarece esa relación. Para el portavoz del Observatorio de Agresiones de la OMC, no todos los pacientes entienden sus derechos. "Piensan que el sistema y el médico tienen la obligación de atenderles tal y como quieren, y eso no siempre es posible". Manuel lo resume de forma gráfica. "Creen que un antibiótico soluciona todo".
Aunque se desplieguen agentes de seguridad, aunque los colegios profesionales aconsejen la autoprotección, existen situaciones de riesgo. Rosa, enfermera en Castilla-La Mancha, fue salvajemente atacada en una visita a domicilio por el hijo de un paciente. "Sin mediar palabra me dio un puñetazo enorme que me tiró al suelo". Se vio indefensa."Cuando me di cuenta de que no tenía daños cerebrales y quise huir, salió de la cocina desencajado con el cuchillo, lo di todo por perdido, estaba aterrada".
Por fortuna, acudió en su ayuda un hermano del agresor. Cuando este se fue, escapó al hospital. "Rotura de la órbita del ojo izquierdo, de los huesos nasales y una lesión ocular, aparte del shock traumático por una situación en la que vi la muerte de frente". El último elemento de su testimonio abre otro debate. "Esta persona tenía una enfermedad psiquiátrica, no teníamos conocimiento".
Rosa -33 años de experiencia- no pone el foco en la patología del agresor sino en las circunstancias. "No sé si lo hubiera podido evitar, pero si sé que tiene una enfermedad que genera agresividad estoy alerta o voy acompañada". Aunque choque con la normativa sobre Protección de Datos, ella reclama algún aviso -"un color, una letra, un símbolo"- sobre este riesgo. "Un compañero que desconozca lo que ocurrió irá desprotegido", subraya. Carmen Guerrero cita entre las propuestas de SATSE que en las historias clínicas figuren las agresiones a profesionales.
Este sindicato solicita una ley nacional, que planteó sin éxito el PP en el Congreso. "No puede ser que no se pongan medidas. Sistemas de vigilancia, botón del pánico, formación en resolución de conflictos, incluso en defensa personal", lamenta su portavoz. Desde la Organización Médica Colegial se pide "un observatorio liderado por el Ministerio de Sanidad, con los consejos de las profesiones y el Ministerio de Justicia". Todos inciden en la educación a los pacientes. "Hay enfermedades que desgraciadamente no curamos, pero es intolerable agredir al que te va a cuidar", lamenta Rodríguez Vicente.
Miedo, ansiedad, estrés postraumático son las secuelas psíquicas más frecuentes entre los agredidos. Las físicas dependen de las lesiones. Dos meses de baja, con asistencia psicológica, estuvo Rosa. El Servicio de Salud de Castilla - La Mancha se personó como acusación particular y le ha facilitado un nuevo destino. "Adoro mi trabajo y eso me ha ayudado a volver feliz al puesto donde estoy", cuenta.
Un trimestre tardó en reincorporarse Manuel, ha perdido movilidad en el dedo roto. "El primer mes y medio lo pasé mal, con pesadillas, escuchaba un ruido y me ponía en alerta". Nunca se ha planteado abandonar. "Tanto como eso, no, porque me gusta lo que hago, pero hay compañeros que se lo piensan".
Agresores y agredidas
Además, reseña que en el 58% de los casos en que se notificó el género, fueron hombres. Y el 78% de las víctimas, mujeres. Pero alerta de un sesgo. "Debe tenerse en cuenta que el 76 % de los profesionales sanitarios son mujeres".