Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, una jornada clave para recordar la urgencia de abordar este problema de salud pública. El suicidio constituye la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, según datos de la OMS. A nivel mundial, se estima que cada año se producen casi un millón de suicidios y, por cada uno de ellos, se realizan alrededor de 20 intentos.
Este fenómeno afecta no solo a quienes deciden terminar con su vida, sino también a sus familias, amigos y comunidades, generando un impacto emocional profundo. Las causas detrás del suicidio son complejas y multifactoriales, involucrando factores psicológicos, sociales, biológicos y ambientales.
En este contexto, la labor de los profesionales de salud mental se vuelve crucial, especialmente en la atención a los jóvenes, quienes presentan un mayor riesgo de conductas suicidas debido a la etapa de transición que viven. Sofía Hidalgo, enfermera del nuevo Hospital de Día de Salud Mental Infanto-Juvenil de A Coruña, comparte su experiencia en la prevención del suicidio entre adolescentes.
Sofía, ¿cómo se aborda la prevención del suicidio en pacientes adolescentes en este hospital de día?
En el hospital de día, la prevención del suicidio es una prioridad, y se aborda a través de un enfoque integral que combina la evaluación continua del riesgo con intervenciones terapéuticas adaptadas a las necesidades individuales de cada paciente. Desde el primer momento, se realiza una evaluación exhaustiva para identificar cualquier indicio de ideación suicida. Es importante señalar que l riesgo de suicidio elevado es un criterio de exclusión para el ingreso en el hospital de día, ya que este nivel de riesgo requiere una atención más intensiva que solo puede ofrecerse a través de una hospitalización completa.
Sin embargo, para aquellos pacientes que presentan riesgos más moderados, trabajamos en la creación de un ambiente seguro y de apoyo donde puedan abordar sus pensamientos y emociones de manera abierta y sin juicio. A través de intervenciones terapéuticas individuales y grupales, se les proporcionan herramientas para manejar la desesperanza, desarrollar habilidades de afrontamiento y mejorar su capacidad de resiliencia.
Existe además una coordinación entre sanidad y educación para minimizar el riesgo de suicidio con iniciativas como la “Vía rápida” o el protocolo de riesgo suicida.
Existe además un dispositivo específico, la unidad de prevención del suicidio, donde realizan un trabajo de gran valía en cuanto al manejo de personas con ideas de muerte.
¿Qué señales de alerta identificáis en los jóvenes que pueden estar en riesgo de suicidio, y cómo interviene el equipo de enfermería en estos casos?
Las señales de alerta que identificamos en los jóvenes en riesgo de suicidio incluyen cambios significativos en el comportamiento, aislamiento social, pérdida de interés en actividades, alteraciones en el sueño y la alimentación, autolesiones, y verbalizaciones de desesperanza o deseos de morir.
En estos casos, la ESM actúa como parte de un equipo interdisciplinar que incluye psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y otros profesionales de la salud. Todos trabajamos de manera conjunta para evaluar el nivel de riesgo y diseñar un plan de intervención adecuado. Esta colaboración es fundamental para asegurar que cada aspecto de la situación del paciente se considere y que se tomen las medidas más efectivas para su seguridad.
Si se identifica riesgo suicida elevado, se toma la decisión de referir al paciente a un entorno de mayor seguridad, como la hospitalización completa, para garantizar su protección.
En un entorno donde los trastornos mentales graves suelen debutar en la adolescencia, ¿qué tipo de apoyo se ofrece a las familias de estos jóvenes para involucrarlas en el proceso de tratamiento y prevención del suicidio?
El apoyo a las familias es un pilar fundamental en el tratamiento y prevención del suicidio. En el hospital de día, ofrecemos grupos de padres donde se realiza tanto ventilación emocional como sesiones de psicoeducación para que las familias comprendan las dificultades a las que se enfrentan sus hijos. Además, normalmente de manera individual, les proporcionamos herramientas y estrategias para manejar situaciones de crisis en casa y les enseñamos cómo apoyar efectivamente a sus hijos.
Cuando en un paciente detectamos una situación de riesgo o ideas de muerte, establecemos junto a él y su familia un plan de seguridad para que puedan seguir cuando salen de hospital de día en momentos en los que las ideas autolíticas sean más intensas.
Desde su experiencia en el nuevo hospital de día, ¿qué estrategias considera más efectivas para reducir el riesgo de suicidio en adolescentes, especialmente en un contexto de atención intensiva como el que ofrecéis?
En el hospital de día, las estrategias más efectivas para reducir el riesgo de suicidio en adolescentes se centran en la detección temprana y la intervención personalizada. La evaluación continua del riesgo es clave para identificar rápidamente cualquier cambio en el estado emocional de los pacientes.
Para los pacientes de hospital de día, es esencial crear un entorno terapéutico que promueva la expresión emocional y la construcción de habilidades de afrontamiento. Las intervenciones grupales e individuales están diseñadas para fortalecer la resiliencia, mejorar la gestión del estrés y fomentar una red de apoyo sólida entre los adolescentes.
La participación activa de las familias también es crucial. Cuando las familias están involucradas y apoyadas, los adolescentes tienen una red de seguridad más fuerte que les ayuda a navegar los desafíos de su salud mental.